“Llamada la “Santa Strega” o “Bella
Peregrina”. De acuerdo a una leyenda, Aradia nació en 1313 en el norte
de Italia, en Volterra. Maestra, ella enseñó a un grupo de personas en
su mayoría campesinos pobres y oprimidos por las clases sociales altas,
las artes de la Brujería. A continuación cito parte de esta leyenda,
reproducida por Raven Grimassi, sacerdote strega de la tradición
Aradian, y omito las partes que son evidentemente cristianizadas
“Aradia era una hija del espíritu, y
desde su juventud ella escucho las voces que solo los ancestros
conocieron. En sus primeros días ella camino junto a las colinas de
Alban cerca del Lago Nemi. Un día después de haber viajado lejos en las
colinas, se sintió cansada y reposo a la sombra de un árbol grande.
Mientras ella calmaba los pensamientos en su mente, una voz le hablo
diciendo:
“Mira bien a los cielos, y se consciente que eres escogida”
Aradia miro para arriba, a los cielos se
obscurecieron, y la voz le susurro las palabras “Sombra de la Luna”.
Algo dentro suyo se despertó, y ella entendió el camino que se abría
delante de ella. Mirando desde sobre la colina, ella contemplo la
belleza de la creación y la igualdad de todas las cosas. Un
entendimiento de los trabajos interiores de la naturaleza despertó
dentro suyo, y con esta iluminación ella abrió su corazón y su mente a
la inmensidad de todo lo que percibía. Entonces Aradia contemplo la
opresión de la gente pueblerina, supo sus tristezas, y fue movida
grandemente en compasión.
En tiempos de Aradia, muchos campesinos
que eran esclavos, huyeron a las colinas y bosques. Ellos se agrupaban
en bandas de criminales en orden a sobrevivir. Aradia los busco, y vivió
entre ellos por un tiempo en los bosques cerca al Lago Nemi. Allí ella
escucho a las angustias de su pueblo. Muchos sufrían persecución por
parte de la Iglesia por ser adoradores de la Antigua Religión. Otros
habían sido hechos esclavos por Señores malvados que tenían el poder en
las tierras. Entre esos criminales Aradia conoció muchas brujas que
estaban también escondidas.
A su tiempo Aradia fue a los pueblos y villas, para darles esperanzas a las personas. Ella les enseño diciendo:
A su tiempo Aradia fue a los pueblos y villas, para darles esperanzas a las personas. Ella les enseño diciendo:
“Benditos sean los libres. Benditos aquellos que se regocijan en el amor
y la verdad, y buscan no mantener las enseñanzas malignas y
distorsionadas.
Sepan que el espíritu esta sobre todos ustedes, y ese espíritu es el amor. El amor no castiga, ni un día ni una eternidad. No se presten ustedes mismos a enseñanzas de temor y restricción. Benditos sean los libres de espíritu, porque suyo es el reino de ambos mundos. Ellos son los hijos de la tierra, quienes no odian ni enseñan el odio, quienes no temen ni enseñan el temor, quienes no restringen ni enseñan restricción. Estos son los Hijos del Espíritu”
Sepan que el espíritu esta sobre todos ustedes, y ese espíritu es el amor. El amor no castiga, ni un día ni una eternidad. No se presten ustedes mismos a enseñanzas de temor y restricción. Benditos sean los libres de espíritu, porque suyo es el reino de ambos mundos. Ellos son los hijos de la tierra, quienes no odian ni enseñan el odio, quienes no temen ni enseñan el temor, quienes no restringen ni enseñan restricción. Estos son los Hijos del Espíritu”
Aradia junto discípulos, y les enseño los misterios ocultos de la
Antigua Religión que sus ancestros una vez abrazaron. Ella les revelo la
naturaleza del verdadero nombre Aradia, tomado en honor a la antigua
figura mitológica, hija de Diana. Muchas personas conocían a Aradia en
su hogar de Volterra, y en Benevento, antes que ella tomase este nombre.
Su fama se expandió rápidamente a todas las regiones de Italia;
personas venían a escuchar las palabras de Aradia, y a unírsele como
seguidores. Ella les enseño la doctrina de la reencarnación, y sobre los
antiguos dioses. Aradia revelo los secretos de la tierra, y el
conocimiento de las enseñanzas antiguas. Debido a su fama, cayó en el
descontento de la Iglesia, y los sacerdotes se volcaron en contra de
ella. Soldados fueron enviados para encarcelarla por herejía, y ella fue
puesta en prisión. Allí Aradia sufrió humillación y tortura. Los
oficiales temían su popularidad entre los pueblerinos y decidieron
sentenciarla a muerte.
Cuando la mañana arribo, el día en que
los sacerdotes se reunieron, ellos ordenaron que Aradia fuese traída
ante ellos, pero no la encontraron en su celda. Una búsqueda empezó,
pero ella no fue encontrada en ninguna parte de la región. Más tarde, en
el sur de Roma, Aradia apareció de nuevo y siguió enseñando”